Crujen las puertas de los patios
re – corre un hilo empedernido
la madera
y el trompo gira y gira
en su púa sedita hasta
que se cae el puazo de la tagua
y nos parte el corazón
sin más ni más.
El sol
con sorprendente repugnancia
me saca la lengua de blancas llamaradas en columpio.
(A Jorge Henríquez)