
La casa de Mario Vidal
permite germinar el ámbito callado
al estandarte azul del cielo oceánico del techo
A esta casa de una puerta y dos ventanas
donde todos llegan
la brisa trae un río de relojes muertos y dispersos
que Mario cuelga a modo de calendario
Allí se pierde la bondad de la madera
y en el techo corren gatos a modo de timbales.
El alma se detiene
y rebota en las abiertas quijadas de los muebles,
el griterío de los años.
Mario repite la palabra de los muertos
y un olor desordenado entra y sale de la casa
¿Cómo puede ser todo tan hermoso en estas paredes derruidas?
Quisiera hablar de las palomas siempre
del dragón, del óxido, la escuela y los vecinos
pero me quedaré en la mampara.
Preso; en esta destrozada máquina de ensueños.
. . . S a r a v a h ! . . .
¡ ¡ ¡ S A R A V A H ! ! !