Nuevas pestes olvidan sus artefactos
de terremotos, inundaciones y viruelas.
El municipio continúa rasgando vestiduras
y el acento agredido de esta tierra
levanta su estambre
de una arquitectura que no va de pecho a pecho
ni de luz al mar en tiempo
si no del clavo al intestino aferrándose al ocaso
como una estrategia
para mantener la voz anclada a su destino.